El Asesino de Dios.
En
el oscuro recinto del psiquiátrico; la humedad mortecina, el frío atroz y su
endeble voz repitiendo “Dios ha muerto…Dios ha muerto”. Camina de un lado hacia
el otro de la exigua habitación, buscando la solución real a su pensamiento. De
pronto las alucinaciones son cada vez más reales. Frente a él, Zaratustra; Jesús
y Mahoma.
Se
vuelve hacia ellos y les repite “Dios ha
muerto…Dios ha muerto”. Ninguno le contesta, sólo lo miran con sospecha.
Uno
de ellos se acerca lento. Él comienza a gritar desesperado, que se aleje, pide,
ruega, llora; mientras hace pasos hacia tras. De pronto, siente el helado muro
en su espalda y Jesús, le dice: “Dios no ha muerto… nos ha abandonado”
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