Filosofía de la conformidad
Platón
se presentó ante la muchedumbre y con un manzano pequeño hizo un gesto
para ganar el silencio. Relucía su brillo deslumbrante. “Observad” dijo a todo
el público presente. Arrancó el fruto de un solo tirón y lo puso en un plato de
madera. Filón que se encontraba desde el otro lado de la ventana del tiempo
observó sin mueca alguna.
Con una navaja, Platón, cortó la
manzana en dos partes y dijo: -“he aquí la verdad del universo del hombre-“. Y
la plebe levantó fervorosa en un grito multitudinario, coreando al gran sabio,
que lo resolvió todo en pocos segundos y con un esfuerzo no mayor.
Filón se acercó algo pensativo y
distante. La muchedumbre que daba eufóricos gritos fue desinflándose gradualmente
como el crepitar de un fogón que se extingue. Arrancó otro fruto y con el mismo
instrumento lo rebanó en tres partes. Ahora, la plebe estaba confundida,
aturdida y molesta. Tal vez sentían algo de deshonra.
Pero un anciano que no tenía nada de
extraordinario, ni siquiera el nombre, por lo que no podré recordarlo jamás, se
acercó al centro del escenario, presuroso y seguro. Tomó del árbol dos manzanas,
una pequeña y otra un tanto más grande. A la pequeña la cortó en cinco partes y
la más grande la rebanó en nueve. Entonces exclamó:- “en realidad, depende de
la dimensión del fruto”. Y toda la plebe aplaudió a Platón.
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