El Silencio de la Agonía.
Rebeca puso la pava
a calentar, con la esperanza honesta y entusiasta de un mate.
Siete décadas, ocho meses y cuatro días presenciando el giro interminable del
planeta; su hermana postrada, tres años mayor que ella, tendida sobre la vieja
cama de sus padres en aquella casa paterna, donde, cuando niñas jugaban a "la
escondida". Sabían perderse muy bien en los laberínticos pasillos de la vetusta casa.
La ciudad se
prepara para los festejos. Su aniversario despierta la languidez acostumbrada.
Ruth desde la cama,
apenas puede mover sus ojos; un Accidente Cerebro Vascular, le limitó la
humanidad. Sigue con la mirada a Rebeca como un rito acostumbrado, contemplando todas las atenciones que
tiene hacia ella.
Una pena y una tranquilidad la acometen. Pero su cuerpo ya no sirve para expresar emociones.
Una pena y una tranquilidad la acometen. Pero su cuerpo ya no sirve para expresar emociones.
De pronto, un
pensamiento atormenta su sosiego. “¿Y si fuese ella la que muere primero?” Inmediatamente se negó. Lo veía imposible.
Ese 20 de agosto de
2016, la ciudad fue toda una fiesta; el intendente forzó la economía y trajo a
la banda popular del momento; todos estuvieron muy felices; acudieron a la
plaza en familia, en pareja o con amigos. Si bien hizo calor durante el día, por
la noche continuaron los festejos ante el fresco desenlace de la noche. Ni
siquiera el hecho de que al otro día fuese lunes atajó el fulgor.
Diez días después,
por la misma calle en la que había desfilado toda la población representando a
distintas instituciones, sólo unas dos cuadras más allá; alguien percibió un
olor nauseabundo.
La ciudad continuaba
su vertiginoso ritmo retrogrado, las calles con más grietas que martes y sus
cráteres y nadie se detuvo frente a la casa de las ancianas.
Hasta que una mujer
con acento cordobés, acudió a la casa con la policía, derribaron la puerta del
patio de la casa, entraron…
Rebeca, estaba en
un profundo estado de descomposición y junto con ella también Ruth.
El pueblo cree que
Rebeca murió de un infarto al ver a Ruth, pero eso no es cierto, como todas las
historias que suceden por aquí. Una es la historia que se cuenta y otra la que
realmente sucede.
Rebeca intentó
acomodar las sábanas de la cama de Ruth, cuando se inclinó, la fulminante
patada de caballo, le provocó el infarto a los pies de su hermana, quien
inmóvil, en el más agudo y silencioso llanto murió de inanición y
deshidratación, luego.
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