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Mostrando entradas de noviembre, 2019

Un cuento riojano para la Educación Sexual Integral.

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           EL BUMBUM. El muchachito vino corriendo. En el vaivén de sus cortas piernas inseguras, el cielo se agrandaba y achicaba por encima de la gloria ambarina de los racimos maduros. Se paró de pronto y el asombro entreabrió su boca y le hizo soltar la rama con que hostigaba a su poderoso corcel de escoba. Observó un largo rato, honda, minuciosamente. Vio la saya morada con ribetes amarrillos que cubría esa armazón de músculos enjutos que era Ramón. Vio la cara llena de muecas que no sabía si sonreír o seguir luchando con la tartamudez que frenaba las palabras. Sus ojos se detuvieron, absortos, en el bastidor que sostenían esas manos cortas y callosas y del cual colgaba, lacia, la funda llena de letras y de flores bordadas con colores estrepitosos. “ Eso…”, ¿era Ramón…? El pelo hirsuto…esa húmeda mirada de bestia fiel, escondida tras las guiñadas y las muecas… Los anchos pies en las trajinadas alpargatas. Sí, era Ramón. ¿Pero…? Su desconcierto ser resolvió en clamores.

No los abandones.

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Es triste ver los recursos con los que cuenta un joven hoy para armar su pensamiento del bien y del mal, para construir su percepción del mundo y de lo humano. Escribo esto, después de encontrarme con la penosa escena escolar en la que  algunos alumnos, dicen ser "neonazis", y actúan como tal, en una abierta y descarada veneración a Hitler. En un principio, pensé que eran meros hechos para conseguir la atención, pero luego descubrí que iba más allá. La ignorancia es peligrosa y nociva a la vida en comunidad. ¿Qué sucede con nuestros jóvenes que no pueden desarrollar una sensibilidad social? ¿por qué la escuela no puede revertir los comportamientos agresivos y los pensamientos segregacionistas? ¿Cómo educa la familia? La comunicación familiar ha sido corrida del eje de la formación en valores, para quedar en el centro, la del uso del celular; esa ventana al mundo de la información sin depuraciones, de libre degustación y donde padres y madres, no tienen el más mínimo a