viernes, 29 de noviembre de 2019

Un cuento riojano para la Educación Sexual Integral.

           EL BUMBUM.


El muchachito vino corriendo. En el vaivén de sus cortas piernas inseguras, el cielo se agrandaba y achicaba por encima de la gloria ambarina de los racimos maduros. Se paró de pronto y el asombro entreabrió su boca y le hizo soltar la rama con que hostigaba a su poderoso corcel de escoba. Observó un largo rato, honda, minuciosamente. Vio la saya morada con ribetes amarrillos que cubría esa armazón de músculos enjutos que era Ramón. Vio la cara llena de muecas que no sabía si sonreír o seguir luchando con la tartamudez que frenaba las palabras. Sus ojos se detuvieron, absortos, en el bastidor que sostenían esas manos cortas y callosas y del cual colgaba, lacia, la funda llena de letras y de flores bordadas con colores estrepitosos.
“ Eso…”, ¿era Ramón…? El pelo hirsuto…esa húmeda mirada de bestia fiel, escondida tras las guiñadas y las muecas… Los anchos pies en las trajinadas alpargatas. Sí, era Ramón. ¿Pero…? Su desconcierto ser resolvió en clamores.


-         ¡Mamita…! ¡Tíaa! ¡Ramón se ha “volvido” mujer! Y el polvo recalentado del sol envolvió su carrera.
Ramón pudo hablar al fin. Siempre le ocurría así, se desenredaba su lengua cuando ya no la precisaba. Como una maldición más en su vida.
-         ¡Ni…ni…ñiiiño Luisito…cáaallese, niño Luisito!
A puñetazos su corazón lo obligó a dejar el bastidor del bordado. Se sentó en el suelo, sintiendo la satisfacción de ese estar con la tierra, el contacto más fiel que conociera. Calzó su espalda en el grueso tronco de la higuera, que, entre sus muchos frutos y sus pocas hojas pintaba en el suelo grandes lamparones y pequeñas guaicas titilantes del sol siestero. Siguió desde el suelo hasta las hojas las alucinantes franjas luminosas. Un bumbúm bochinchero entrelazó insensatos círculos, golpeándose una y otra vez las ramas. Entrecerrando los ojos siguió esos vuelos y los repetidos topetazos.
Sí, claro, él también en su vida había volado como ese bumbún. A los choques. Hasta nacer fue para él un golpe más.
Como que había tenido la audacia de nacer mujer, cuando su madre soltera y ya madura, esperaba un varón, porque así lo creía conveniente el amo de la casa, el prepotente y borracho hermano mayor.
-         ¡Tenís que tener un varón, pa`que te cuide a vos que sos sola y pa`que nos gane el puchero a los dos, cuando seamos viejos!
Y como su altanería no toleraba contradicciones, ni aún de la naturaleza resolvió nomás anotar como Ramón Chancalay a la niña recién nacida. La madre no se atrevió a tanto. Entre lágrimas la llevó a la vieja capilla del pueblo para que la “acristianaran” con el nombre de María.
¿Ramón? ¿María? ¿Qué era él? Círculos insensatos y golpes como el bumbúm. Asombro permanente de cuántos, como el chiquillo en es siesta entreveían su dilema.
La mancha morado de un higo le hizo alargar el brazo. Lo comió con cáscara, paladeando su áspera dulzura.
¡Sus primeros años! ¡Ásperos y dulcecitos también! Vestido igual que todos los changos de San Miguel, pueblito pegado como un pollito a la gallina, a la ciudad de Chilecito. Sí, así andaba con el tirador cruzado sujetando los pantalones a media pierna, con la pobre camisa entreabierta y el sombrero de alas bajas sobre el permanente inquirir de la mirada, taloneando el burro cargado de leña o de agua o de harina. Hondeando cachos y gorriones, tratando de aprovecha totalmente los magros riesgos, haciendo pelones o cuidando el fuego de la paila donde saltaba el dulce o burbujeaba el arrope. Y, siempre remachando, la taladrante voz del tío:
-         ¡No te quejís, sos hombre! ¿Los machos son juertes y no lloran!
A veces, la madre, su madre, amasada con sumisión y silencio, intercedía:
-         ¡Dejalo, es una  criatura!
A escondida, cuando el tío entre amigotes, vino y guitarras se iba de la casa, ella le enseñó a cocinar y a bordar ya rezar interminables novenas.
De don Eleuterio, que siempre los visitaba, aprendió el toque fundamental y rítmico del tambor de las procesiones y el aletear loco de la caja chayera. ¡Cómo le gustaba esa música! Más que sus manops era su propia sangre la ue golpeaba haciendo resonar, profundamente, todo su ser niño.
Borracho de luz el bumbúm ascendió y virando bruscamente golpeó contra el alto tapial que cerraba el patio, al frente de la higuera. Cayó y fue un punto más oscuro en la estrecha sombre que proyectaba la pared.
 Así cayó él, Ramón ante Linidor, su amigo. Y con ese golpe comenzó la pregunta quemante y cruel, en plena conciencia ya. ¿Qué era él? ¿Ramón? ¿María?
Fue en una lejana siesta, tan caliente como ésta. Primero lo empujó él y Linidor chapaleó, entre enojado y riente, en la frescura de la acequia. Chorreando agua salió y consiguió a su vez, zambullirlo. Eran dos chuschines gozando de esa agüita oscura de creciente, pero fresca como la de la tinaja del filtro. Luego fue necesario secar las ropas…Las pieles, desnudas, brillaron al sol.
Linidor se burlaba:- ¡Chinita! ¡Chinita! ¡Chinita! ¡Vos no sos hombre!
A golpe quiso demostrarle que sí era hombre, que siempre lo había sido, que por eso lo llamaban Ramón, le ponían pantalones y lo hacían ayudar a arar. Pero, lleno de moretones, se revolcó en la tierra vencido por el amigo.
Quiso explicarle. Entonces creció ese nudo horrible y negro, esa ampalagua que tironeaba su lengua, que convertía en un relampaguear de muecas su cara y que no lo dejaba hablar fácil, lindo, como los demás. Sin duda quedaba tan ridículo como el bumbúm, que ahora agitaba cómicamente sus patitas en el aire, esforzándose por enderezarse y poder levantar vuelo nuevamente. Él también forcejeó, desde entonces, por demostrar y demostrarse que era hombre, o que podía serlo, guapo y trabajador.
¿  Qué diría la gente del pueblo si de golpe, lo vieran con polleras? Se estremecía al imaginar las burlas que serían, sin duda, más crueles que los chicotazos con varas de sauce que en más de una ocasión probara. Además estaba él, a fuerza de rasurarse la limpia cara, consiguió que los ansiados pantalones largos lo encontraran con un bigotito incipiente que nada tenía que envidiar a los otros mozos del pueblo. Cantaba vidalas ahuecando la voz y golpeando la caja en las ruedas bolicheras. Enamoró a más de una niña, pero obligado a formalizar relaciones, siempre se alejaba quejoso del “portamiento” de la muchacha…Se rio blandamente al recordar esos, sus único chistes. Pero, lo que más lo enorgullecía era la fama que había ganado como hombre habilidoso. Sabía hacer de todo: levantar murallas, labrar una puerta, cultivar la tierra, construir una defensa…
Un día; el miedo y el rencor de tantos años estallaron contra la brutalidad creciente del tío. Ese energúmeno que había resuelto que él “tenía” que ser hombre. Fue un mes después de la muerte de su madre. Tartamudeando insultos reconoció sus cosas y, con sus propias manos, levantó su casa de dos piezas, pintadas coquetamente de rosa y celeste. Plantó frutales y flores, crio una “ulpishita”, dos zorzales y una reina mora. En la pieza principal, la de recibir visitas, colgó, como un blasón, el herrumbrado y pesado fusil de un antepasado montonero.
Todo parecía ir bien, como le parecería al bumbúm, que, habiendo conseguido darse vuelta, volaba ahora a pleno azul, haciéndose cada vez más chiquito. Pero a él le faltaba aún lo peor. ¿O lo mejor talvez? Nunca había podido definirlo.
Fue en la siestas de otro pueblo, a donde había acudido con su tambor y su fe ingenua. Pronto se hizo de amigos, Estaba alegre y ocurrente y, con el vino, hasta su tartamudez parecía curada.
Jamás supo cómo sucedió. Recordaba, sí, la rueda de amigos en el boliche y que él se había adormilado sobre  una mesa. Después, empujones, y un brazo fuerte que lo llevaba al patio de atrás, más allá del horno del pan y que lo volteó sobre lo que quedaba de una parva de pasto seco. El luchó, sí, Dios sabe hasta qué punto luchó, más, mucho más que en la pelea con Linidor. Pero ese aliento infecto de vino trasegado, esa boca enloquecida insultándolo, mordiéndolo, recorriendo su flaco cuerpo vencido. Sí, esa boca maldita y esas manos ásperas lastimando, poseyendo lo vedado, y ese sexo cruel hiriendo, quebrando…sí, todo eso pudo más que él. ¡Dios sabe cuánto luchó por liberarse!
Brutales risotadas se mesclaron a sus lamentos. Su feminidad amarrada tantos años, tomó su tremenda revancha en menos de una hora. El agudo dolor de su cuerpo y un no se qué extraño lo hizo gritar. Quedó solo al fin, pudo incorporarse. Se vistió, sacudió sus ropas y se internó en la negrura de esa noche, única en su vida.
Después, durante meses, ambuló solo hasta encontrar, en el cerro, un escondrijo seguro que llenó de provisiones. Allí, escondido, se asiló y como una bestezuela de los campos, supo del dolor y del miedo con el que se trae un hijo al mundo. También saboreó la ternura diferente y cálida que lo sofocaba, cuando, suavemente, apretaba contra si el moreno cuerpecito.
Ahora era María…¡ María con su niño! Lloró de felicidad y luego de angustia al sentir la sequedad de su pecho y ver peligrar la vida del hijo recién nacido. Tuvo que darlo a una mujer, una porteña, que casi no conocía, sin explicaciones, sin muecas, sin lágrimas, sintiendo sólo que algo, a dentro, era una caverna hueca y pesada.
No pudo ser más íntegramente Ramón, como antes. Hachaba y levantaba casas, pero seguía largamente con los ojos a todos los chicos del pueblo.
Se encerraba a bordar y, cuando nadie podía verlo, se ponía polleras, disimuladas bajo la forma de hábitos de los santos. Así tenía una disculpa a mano si alguien lo sorprendía, como Luisito en esa siesta.
Se levantó desperezándose pausadamente, como si se sacudiera el cansancio de toda su pobre vida. Rio para adentro al pensar que el bumbún lo había hecho volver a sus tiempos de changuito y de mozo. Y a sus eterno problema, ¿Ramón…? ¿María…? Ahora, con sus cincuenta años, siempre le ocurría así. Cualquier cosa lo llevaba atrás, lejos, a la raíz de su duda. El otro día fue una hora inclemente ardida de sol; antes una piedra arracada por la creciente; ahora, el bumbún…
Guardó cuidadosamente la funda que bordaba para la niña Filomena, en cuya casa servía desde varios años atrás y que le brindara, como nadie, comprensión y severo afecto. ¡Pícaro chiquillo que, con su albahaca, rompería la sorpresa que quería darle a la “niña”!
Se sacó el hábito de San Nicolás y comenzó a ponerse los gastados pantalones de trabajo. Los miró con cariño. ¡Estaba tan acostumbrado a ellos! Mientras luchaba por asegura la falseada hebilla pensó que, si hubiera sido la Pepa, la Esperanza o la Rosalía, y si hubiera tenido un tata y no a Don Remigio, su tío, talvez nunca se habría puesto esos pantalones y no hubiera conocido la amarga y a veces risible incertidumbre: ¿María?  ¿Ramón…?
Monótona pregunta retumbando siempre en su alma, como el zumbido y los tontos círculos de ese bumbún siestero.
Carmen Sacarías Agüero Vera

lunes, 4 de noviembre de 2019

No los abandones.

Es triste ver los recursos con los que cuenta un joven hoy para armar su pensamiento del bien y del mal, para construir su percepción del mundo y de lo humano. Escribo esto, después de encontrarme con la penosa escena escolar en la que  algunos alumnos, dicen ser "neonazis", y actúan como tal, en una abierta y descarada veneración a Hitler. En un principio, pensé que eran meros hechos para conseguir la atención, pero luego descubrí que iba más allá.
La ignorancia es peligrosa y nociva a la vida en comunidad. ¿Qué sucede con nuestros jóvenes que no pueden desarrollar una sensibilidad social? ¿por qué la escuela no puede revertir los comportamientos agresivos y los pensamientos segregacionistas? ¿Cómo educa la familia?
La comunicación familiar ha sido corrida del eje de la formación en valores, para quedar en el centro, la del uso del celular; esa ventana al mundo de la información sin depuraciones, de libre degustación y donde padres y madres, no tienen el más mínimo acceso, ni si quiera pueden imaginar, lo que un joven consume, escucha, valora o comparte. El universo adulto, los tiene tan ocupados, que apenas pueden crear las situaciones para mirar juntos y formar un pensamiento altruista.
Hay muchos adolescentes abandonados, librados al albedrío en las decisiones más importante para ingresar al mundo adulto. No sólo tienen permitido, vivir la sexualidad, los vicios y las subversiones, sino que en ocasiones son alentados por sus padres, quienes han perdido autoridad por algún hecho en particular.
Sin orientación se convierten en entes superficiales insensibles, repitiendo comportamientos alentados por las redes sociales.
Tenemos que recuperar el protagonismo del diálogo cara a cara en la familia, para comunicar con afecto lo que está bien y lo que está mal, para enseñarles a levantar la cabeza del celular y ver la verdades del mundo en el que tienen los pies. No abandonen a sus hijos ahora. No es sólo la infancia la que necesita de ayuda, también y tal vez más aun, la adolescencia.
Los jóvenes están perdidos en un océano de información, construyendo su identidad y sobreviviendo al caudal inmenso de emociones que los atraviesan.
Es alarmante, pero penosamente cierto, los adultos han abandonado a los adolescentes, porque ellos han encontrado también su opio (recordando la frase de Sábato, la TV, es el opio del pueblo) y la distancia puede ser irremediable.
Para terminar les relato lo que un alumno me dijo: "Estaba mi madre con el celular, entonces yo le pregunté si había leído la nota del escuela. Ella no me contestaba, pero reía. Le repetí una vez más, si la había leído. Ni me miró. Entonces saqué el celular y le mandé un mensaje. Ella volteó y me miró. Me dijo que sí que cuando venga mi padre verían como ponerme de penitencia y siguió en lo suyo." La nota que había llegado a esa casa, era de la administración y decía: "Estimados tutores...su hijo no ingresará mañana al colegio, si no viste el uniforme correspondiente y paga la cuota que adeuda hace tres meses"

jueves, 3 de octubre de 2019

Enseñar a Escribir. La escritura en el aula.

A escribir, se aprende escribiendo dice la premisa. Está comprobado que esto no es siempre cierto. La escritura es un ejercicio complejo de comunicación que requiere del escribiente una variedad infinita de habilidades que sólo pueden ser proporcionadas por los entornos educativos que generen un sistemático trayecto de experiencias. Un estudiante que acostumbra a escribir, no precisamente se convertirá en un escritor eficiente.
Con el avance de las comunicaciones en las redes sociales y la era de la digitalización, un estudiante promedio escribe mucho más que en otras épocas. Hoy se escribe mayormente desde el celular y la computadora. El problema radica en los ámbitos discursivos en los que se escribe. Es una escritura de habla cotidiana y registro informal. No es una escritura académica, ni literaria.
Como podemos observar, la escuela debe proveer a los sujetos las posibilidades de escribir en distintos formatos,especies o tipologías y generar las capacidades de interacción social mediante el discurso. El educador debe refundar su rol. Todo docente debe enseñar la escritura de su disciplina con la responsabilidad de articular la didáctica para favorecer el desarrollo de habilidades y no poner en la complicación irresoluta al estudiante.

¿Qué debe considerar un educador cuando enseña a escribir? 


  • El diagnóstico: es fundamental involucrar a los estudiantes en actividades de escritura sencillas para determinar el estado de situación del grupo y cuáles serán las decisiones estratégicas a tomar. 
  • El proyecto: cuando uno va a construir una casa, la tarea es tan importante, trascendente y duradera, que se busca a un arquitecto para que diseñe cada detalle de lo que se hará. En la escritura, el proyecto es imprescindible, para ejecutar con precisión eficaz cada acto pedagógico, debo ser el arquitecto de la obra. 
  • La motivación: el sujeto que aprende, tiende a desanimarse ante la complejidad de escribir, y escribir se convierte en algo tortuoso. Es importante encontrar los puntos de interés, generar las condiciones para la emocionalidad. La motivación es el botón que enciende el proceso autónomo de escritura. 
  • Andamiaje: los educadores deben tener un rol muy activo y protagónico. Deben conocer cada coma, punto, idea y ayudar a reflexionar sobre el lenguaje permanentemente. Se irá retirando a medida que el escribiente va adquiriendo las habilidades para realizarlo sin errores. Debe existir una retroalimentación constante. 
  •  Valoración: el educador está para despertar y formar en la capacidad de escribir determinadas disciplinas, por ello más que juez, es en primer lugar un motivador insistente de cada acto de escritura, acertado o desacertado. 
  • Retroalimentación: la escritura como proceso, desde el borrador hasta las múltiples revisiones, no es acabada. Necesita de las devoluciones del experto, a cada paso del escribiente, dejando en evidencia cada acción productiva o improductiva. 
  • Las consignas: estas son las bases esenciales de que los hechos de la escritura sean exitosos. No deben ser generales o carecer de descripción debido a que es tan amplio el campo de las especies textuales y sus estructuras que el estudiante podrá realizarlo, si abundan las precisiones de lo que se requiere. Éstas condicionan todo el proceso de acuerdo a lo que se propone el docente. El educador para ello, proveerá, la estructura, el formato, la intención, el propósito, etc.
  • Lo dialógico: el aprendizaje de la escritura académica o de disciplinas, es un proceso de interacción e intersubjetividades colectivas. Por lo que, se debe compartir con toda la clase, los avances y los retrocesos generando la posibilidad de reflexionar y sugerir los modos de acción. 
  • La bibliografía: un docente muchas veces puede tener el ingenio para inventar consignas, pero como el guionista de una serie que tiende siempre a estilizar sus episodios, el educador lo hace con los métodos, las estrategias y las consignas, por eso es imprescindible que pueda favorecer su enseñanza utilizando libros de educación donde un grupo de expertos a ensayado y propuesto una didáctica alternativa que se puede usar. 
  • El modelo: todo escritor necesita un modelo para guiarse en la construcción de su producto de escritura. Es prioritario que el educador sepa brindarle con una adecuada guía y orientaciones precisas un texto que sirva de referencia.
  • El aula: es el espacio más significativo y debe convertirse primero en un taller de la escritura y luego en laboratorio. El proceso de escritura debe ocurrir mayormente en el aula, el espacio donde un buen educador puede orquestar todos los aprendizajes. A la distancia sólo puede complementar. Salvo que el diseño de la educación a distancia esté bien articulado desde las plataformas virtuales educativas y los sujetos que aprenden hagan uso eficiente de esta vía. 

Es muy difícil, poder determinar la cantidad de otros factores que favorecen la escritura. En términos generales son estos. Pero si analizamos desde el punto de vista de cada especie textual, dentro de ámbitos discursivos, la realidad pedagógica de los planteos puede variar. La escritura empodera, genera coacciones que hacen al pensamiento progresivo y estimula las posibilidades de procrear comunicaciones más eficaces. Todas las propiedades utilitarias de una escritura académica, literaria o disciplinaria solo se pueden aprender en entornos académicos con un profesional que sepa armar  el teatro y dirigir la obra.

martes, 25 de junio de 2019

El Agente Secreto. Josep Conrad



Reseña:
Autor: Josep Conrad.
Traductor: Jesús Sevillano.
Publicación: 1907
Edición: 2007
Páginas: aproximadamente 347
Editorial: EDIMAT
Temas Nucleares: La traición. El anarquismo. El terrorismo.
Temas Periféricos: El desamor. La corrupción.
Argumento:

Tras la fachada de una despensa en Londres (1886) viven Sr.  Verloc y Winie su esposa, la madre de ella y su hermano con retraso llamado Stevie.
Verloc es un agente secreto ruso anarquista y obeso que durante varios años se encuentra haciendo actividades clandestinas para su país y su embajada que los altos mandatarios consideran insuficientes y que gana dinero por hacer muy poco. Mientras realiza encuentros anarquistas en histriónicas reuniones con pintorescos personajes: entre ellos uno al que repele Winie, llamado Ossipon, un anarquista devoto de la ciencia y falso médico que escribía apócrifos ensayos de medicina que nadie leía. También, el “Profesor” que fabrica bombas, y Vladimir que trabajaba en la embajada superior de Verloc y el obeso Michaelis.
La historia se complica cuando a Verloc le encomiendan la misión de poner una bomba en el observatorio de Greenwich; a esto lo intimó Vladimir quien veía en él alguien que cobraba un sueldo hace años haciendo poco. Para entonces tenía una relación amena y normal con su esposa quien estaba muy a gusto con este hombre que tenía dinero y se hacía cargo del pequeño Stevie como si fuera su hijo. Ella cuidaba a su hermano desde siempre y lo protegía desde que eran muy niños. Cierto día, su madre decide dedicarse a la beneficencia y se va de la casa a vivir a otro lugar. Ella comienza a sentir la soledad. Uno de esos días Verloc sale con Stevie en la madrugada y vuelve de noche, muy agitado, pálido y algo descompuesto. Le confiesa a su mujer que ha sacado todo el dinero del banco y que además dejó a su hermano en el campo con Michaelis.
El jefe Heat, es el encargado de investigar un atentado. Una persona había explotado cargando una bomba en el parque en las cercanías del Observatorio y la única pista contundente era un retaso de tela del saco que tenía una dirección.

El jefe Heat confiesa a su superiores que él presiente algo de un agente secreto que vive en un barrio precario de Londres, y el Comisario superior de Heat, sospecha de relaciones peligrosas entre estos y lo aparta del caso.
Sin embargo el jefe Heat acude a la casa de Verloc a advertir que está en el ojo de la investigación. Es atendido por Winie quien reconoce que ese pedazo de tela del saco ella misma lo cosió y se lo puso a su hermano retrasado para que lo encontraran en caso de perderse. En eso, llega Verloc quien lo invita a pasar a un sector privado y Winie queda detrás de la puerta percibiendo parte de la conversación. En ella Sr. Verloc confiesa que la intención del atentado fue perpetrada por él y que el joven que había explotado antes de llegar a destino, no era otro que, Stevie, su cuñado, el protegido de Winie. Le confesó con no fue su intención matarlo, que él se tropezó con la raíz de un árbol y cayó detonando la bomba.
La esposa de Verloc, queda aturdida por tamaña confesión y cuando el Jefe Heat se va, ellos tienen un conversación exhaustiva donde él se exculpa y espera de ella un perdón y voluntad de huída. Cuando se recuesta en el sillón y la llama, ella toma un cuchillo que estaba en la mesa y se lo clava en el pecho.
Ella que recordaba muy bien los periódicos que relataban los modos en que son ejecutados los condenados que se llevan a la horca, se juró así misma que nunca pasaría por eso. Recolecta todo el dinero que su marido sacó del banco y sale alrededor de las ocho de la tarde (ya noche en Londres). Al salir tambaleante, se encuentra con Ossipon, quien al notar la fragilidad le ofrece su brazo y le declara su amor. Ella acepta y le pide ayuda sin confesar el crimen. Le suplica y le dice que tiene mucho dinero que la ayude a tomar el transporte para huir. Él entusiasmado acepta, pero ella antes le pide que vuelvan a la casa a apagar un candelabro que quedó encendido. Cuando entra Ossipon, ve el cadáver de Verloc, se espanta y saca conclusiones sobre cómo escapar de tal embrollo. Pero imaginó que ella no lo dejaría ir tan fácil sin implicarlo antes; es entonces que planifica su ardid.
Esperan hasta cierta hora, él le dice que necesita todo el dinero para comprar los boletos y pone otras excusas. La esposa de Verloc le da todo. Luego, le dice que ella vaya delante para no despertar sospechas y él iría por detrás. Entran al tren, ella se sienta, pero Ossipon antes, cuando el tren comienza su marcha, salta dejando a Winie sola  y sin dinero.
En los capítulos finales, Ossipon se encuentra con una parte del periódico que tenía una noticia que lo perturbaba y lo había vuelto un alcohólico. En él se expresaba el suicidio de la Sra. Winie al saltar a un río.
Así termina la historia del agente secreto, su familia, los anarquistas implicados y el asesinato.

 Contratapa del Libro:
Resulta sorprendente comprobar la antelación con la Conrad anticipó en El agente secreto la existencia de tramas oscuras en las que desde el poder se fomenta o se tolera la existencia de una contestación violenta al propio Estado. No es una obra que permita indagar sobre quiénes eran los activistas ácratas de finales de siglo XIX, aunque sí permite extraer conclusiones sobre la violencia política y las fuerzas oscuras que la amparan por un interés ajeno a las ideas de quienes la practican.

Valoración y Comentario de la Obra:
Conrad es un escritor con mucha herencia rusa. Si bien es estudiado y destacado dentro de la literatura británica, por la lengua que eligió para escribir, nació en Ucrania cuando pertenecía a Polonia, pero que siempre fue territorio ruso. Tiene algo de Dostoievski en su retrato de los distintos estadios psicológicos por los que atraviesan sus personajes pero con una inconmensurable  capacidad para describir los climas y los objetos que hacen a las distintas realidades de la novela, atribuyéndole un perfecto equilibrio.
Es una obra inspiradora pero que no tuvo la trascendencia de otras tales como “El corazón de las tinieblas”, “La línea de sombra”.
En esta novela se anticipa a muchos hechos que tienen que ver con el terrorismo de estado y las organizaciones  de inteligencia estatal y de cierta manera, si bien busca la justificación épica del agente secreto, no hace más que develar cierta bizarría, torpeza e histrionismo, en los personajes anarquistas, quienes aparecen como idealistas, con inamovibles convicciones pero vagos, pasivos, dedicados más a las reuniones clandestinas y la ingesta de alcohol que ha hechos contundentes. Tal es así que dos personajes importantes son obesos y otro se cree doctor y se hace llamar así, sin serlo.
Es una novela extensa que no cuesta leerla por los modos sencillos, precisos y acertados de la prosa. El entramado de la historia y los personajes no son muy complejos, por lo que se los puede seguir sin dificultad de comprensión. Hecho que se le atribuye como virtud al escritor es la distancia antagónica en los perfiles de cada personaje.
El su habilidad narrativa la que logra que una historia no muy extraordinaria mantenga al lector entretenido e interesado por todo el desenlace.
Si hay pretensiones morales para juzgarla se puede inferir de las relaciones macabras entre el agente con los familiares adquiridos y principalmente las maneras en las que manipula al joven Stevie quien tiene discapacidad intelectual para cumplir con su cometido anarquista.
El manejo de la intriga, el misterio y la resolución de los conflictos le otorgan un gran valor literario y un minucioso sentido de la indagación filosófica, no obstante se convierte en una obra que no tiene determinado un tipo de interés o enunciatario por lo que la hace muy accesible y abierta a la diversidad de lectores.

miércoles, 9 de enero de 2019

Escribidor



Intentaré, no caer en la insuficiencia, y a razón de sentido común, explicar el valor supremo de alfabetizarse, aunque a muchas poblaciones precarias, se les reste este derecho, por una voluntad muy ajena a su esencia, más bien por egolatrías políticas o salvajismo económico.
Cuando tenía aproximadamente ocho o nueve años, me gustaba escribir poesías. Eran monotemáticas, colmadas de faltas ortográficas, pero con una fuerte impronta sentimental. Me gustaba, escribir y luego romperlas. En un remoto tiempo, llegué a guardarlas en un cuaderno, que todavía debe andar por ahí con sus más de veinte años.

Un verano, de esos que a nuestro pueblo llega gente exótica.  Pues, encontrar a alguien con los cabellos color de sol en mi pueblo era más difícil que conseguir una sombra en verano 
Llegó una jovencita, bien blanca, rubia, delicada, porteña, con una claridad en sus ojos que emanaba una diáfana atracción. (Yo sé que ahora es menos raro, pero por aquellos tiempos, era único)
José, mi amigo, era uno de los únicos gringos del pueblo. Y era un gringo medio falso. El arrastre que tenía era singular. Él siempre tenía la suerte de no hacer esfuerzos con las muchachas para conseguirlas. Lo buscaban y él las elegía. Una especie de Narciso Riojano.
Distinto era mi caso, que entre la oscuridad de un tizón y las desproporciones de una confluencia rara de turco, aborigen y español, era como un duende estrambótico.
Cierto día José, me dijo que estaba muy preocupado. Quería impresionar a la porteña, pero no encontraba la manera y tenía mucho miedo de que no le cayese bien.
Le dije tengo una idea, ¿y si le escribimos cartas?
Él me dijo, “yo no sé escribir”. Era cierto, había abandonado la escuela en segundo grado. No sabía leer, ni escribir, absolutamente, nada.
Yo le dije que no se hiciera problema, que yo lo ayudaría.
Me puse a escribir. No recuerdo bien. Puse en ejercicio, mi naciente potencial poético. De seguro, lleno de cursilería. El impacto fue tanto, que la vocera de esa joven muchacha se presentó de inmediato, pidiendo hablar con José. Creo que fue su mejor conquista.
Le escribí, varias cartas. José, pobre, no podía garabatear ni su nombre. Recuerdo cuando estábamos jugando una final de fútbol del campeonato local, el más importante del pueblo; debía firmar en la lista de los jugadores, antes de comenzar; estaba delante de mí, me di cuenta porque temblaba, lo conocía mejor que a nadie, y le dije: “correte, me toca a mí” y le firmé por él.
Yo no entendía en ese entonces, el valor de haber encontrado la manera de conectar con el mundo. El analfabetismo, es no conectar con el otro, en sus fraternas claves. Ahora entiendo porque las limitaciones de José, no son nada comparadas con todos aquellos, que no encuentran los puentes para enlazar con los diferentes.
Y debo confesar, más aun, mi querido amigo José, después de tantos años, que aquellas cartas, no me costaban demasiado, pues yo me había enamorado antes, y más, de aquella porteña muchacha.

  Reseña Literaria Título: Fahrenheit 451 Autor: Ray Bradbury Traductor: Marcial Souto Editorial: Penguin Random House Grupo Editori...